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martes, 2 de mayo de 2006

Riesgo


Cuando todo ya es nada los primeros pasos aterran.

Visualizas la puerta del infinito, sientes vértigo y rechazas la oportunidad de mover pieza.

Esa puerta sin pomo se torna en una barrera sin bisagras, en un bozal que no te permite catar, te invade el miedo y tienes la sensación de estar abocado al precipicio de una ratonera gigante.

Mantenerse derecho un instante es un logro, conseguir dar dos pasos una hazaña.

Es como una parálisis que no deja que los parámetros de tus sueños abarquen mucho más.

Resistir en el umbral, que no en la sombra, es momentáneamente la elección más sabia.

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