Hoy en vez de venir en moto a trabajar, como hago habitualmente, he venido en transporte público. Así que a las 8.30 h. ponía el pie en la estación de Plaza Cataluña como preludio de afrontar un breve paseo de 500 metros hasta llegar al curro.
Uno ya está acostumbrado a tener que lidiar en esta zona cero con esquivar a sin techo, vagabundos, inmigrantes, borrachos y mendigos y por ello relativizas el panorama y te vuelves casi impermeable a tal fusilamiento mañanero de calamidades ajenas pero a la vez tan cercanas y próximas.
Hoy sin embargo me ha roto por dentro un hombre que pedía limosna, casi a la salida del hall de la estación, manco, apartado, junto a una papelera (como vigilando si alguien tiraba algo de interés) y que portaba en su única mano una gorra negra del revés junto con un cartel escrito en un trozo de cartón que rezaba: ¿Me ayudas a vivir?.
Yo con las manos en los bolsillos, paseando con ritmo pausado (porque llegaba temprano al trabajo) sólo he podido llevarme ese puñetazo en el ojo, tragar saliva ante tan tremendo copy escrito y hacer ver como si no lo hubiera leído (tarea que ya tengo más que aprendida pero que hoy me ha hecho sentir vulgar y quejica empedernido a la vez que afortunado).
Esta época fría, prenavideña y en crisis hace que hasta mendigar sea muchísimo más crudo de lo habitual.
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